Si hay una frase que nos suele inquietar en el dentista es “tenemos que matar el nervio del diente”, solemos ponernos en lo peor e imaginar una intervención complicada y dolorosa, pero no hay nada que temer.
Para “matar el nervio del diente” se realiza una endodoncia, una técnica que trata el interior del diente, donde se encuentra el “nervio” que, realmente, se llama pulpa dental.
Esta pulpa está compuesta por fibras nerviosas y capilares sanguíneos que alimentan las células que residen en los huecos del diente. Estas células son un método de protección del diente, ya que informan de si algo está demasiado frío o caliente.
Si padecemos una caries profunda, sufrimos un golpe o traumatismo que llegue hasta la pulpa o si no nos sellan bien un empaste, “el nervio” se puede ver afectado y causar dolor o molestia continua. También puede aparecer un cambio de color en el diente e incluso fístulas y flemones. Una vez afectada la pulpa, hay que realizar la endodoncia para “matar el nervio”.
Este tratamiento consiste en eliminar toda la pulpa dental, ya que el diente puede vivir sin ella. Se quita para poder desinfectar totalmente el interior del diente para que no queden bacterias y, después, se procede al sellado, tanto del interior del diente como del hueco realizado para acceder dentro, con una reconstrucción.
La endodoncia se realiza bajo anestesia local, por lo que no notaremos ningún dolor y, una vez desaparecen los efectos de la anestesia, solo notaremos alguna molestia al masticar por la inflamación de los tejidos que rodean el diente.
Además, hoy en día se emplean sistemas muy avanzados y poco invasivos como la endodoncia rotatoria o los localizadores de ápices. La intervención se suele realizar en un día y, si se hace una buena reconstrucción del diente con una corona o incrustación, este es igual de resistente que el resto.
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